Una Dulce Boutique 🍭
Eran las 5 de la tarde y ya en la plaza central del pueblo en la tarima oficial se comenzarían a leer los resultados de las elecciones, todos estaban atentos para conocer el resultado que definiría los gobernantes locales.
En la multitud de la plaza estaban congregados todos los partidos y militantes de los mismos con sus candidatos, con arengas, pancartas y cantos todos muy felices ante el resultado inminente de cada campaña.
En la multitud estaba una mujer amante de la política, el sueño de su vida poder comenzar su carrera en el concejo de la ciudad, una mujer persistente que a pesar de haberse lanzado 11 veces y de no haber quedado lo había hecho por última vez, está sería la doceava vez y ella estaba convencida que saldría elegida.
¡Quien tiene mi carisma, mi don de gente nadie ninguno de estos aspirantes conoce este pueblo como yo, de sus necesidades y falencias!!
Yo amo al pueblo por eso mi lema de campaña es
«Es el momento de la gente del pueblo»
Le decía a sus copartidarios a manera de discurso en un rincón de la plaza mientras esperaban los resultados.
Eran las 5:15 de la tarde había llegado el momento y comenzaron a leer la lista de los ganadores y no se escuchaba el nombre de Tulia De Sampayo, ella siguió escuchando atentamente y su nombre nunca lo dijeron…está vez había vuelto a perder no había quedado en la lista del concejo había sacado esta vez 213 votos.
Todos los nuevos elegidos darían su discurso como también los perdedores, entonces le llegó el turno a «Tulita» cómo le decían cariñosamente; dio un discurso que terminaría de sepultar sus aspiraciones políticas.
El día de hoy el pueblo ha elegido, yo estoy agotada llevo años detrás de esto y no se me ha dado, ¡pero quiero decirles algo (subiendo el tono en forma déspota diría) se lo pierden ustedes!
¡Pueblo de gentuza que huelen a Fundillo, solo saben comer frito y butifarra!
Este día la niña Tulia le dijo adiós a la política.
Durante muchos años había invertido todo su capital en la política, de eso no le quedó nada perdió todo, lo único que le quedaba era su casa que había pagado toda su vida, es que eso de la política es jodido no todos lo logran, pero algo si es cierto, en general se debe tener algo de carisma para ser político y ella carecía de él.
Era una mujer alta de contextura gruesa de piel blanca que no gozaba de empatía y tampoco del aprecio de la gente del pueblo, para ella nada estaba bien, todo tenía un pero, nada le servía.
No le era fiel a nadie y solo le gustaba chismosear con sus dos amigas, dos viejas engreídas que amaban hablar mal de los demás, mujeres desocupadas; porque para el chisme no les ganaba nadie, si se pudieran describir de alguna manera con el permiso de los que practican las artes marciales y pidiendo disculpas de antemano por la analogía, ellas eran algo así como cinturón negro en chisme para que entendamos de que personajes estamos hablando.
Doña Tulia de Sampayo decía que había nacido en Barranquilla ¡pero eso no era cierto! había nacido y se había criado hasta los 23 años en el Carmen de Bolívar y la única proximidad que tuvo con Barranquilla alguna vez, fue el día que acompaño a su tío en un camión a hacer un trasteo, pero se regresaron al día siguiente cuando ella tenía 13 años.
Tulita decía que nunca en su vida se había comido un frito, que no sabía a qué sabía la carimañola y la arepa de huevo, menos una butifarra eso decía ella… así era ella
La niña Tulia cansada y desilusionada necesitaba dedicarse a algo, ya tenía en mente que negocio podría montar, así que le dijo a su mejor amiga, «mira yo quiero montar algo muy chic algo de alto turmequé algo que este pueblo no tenga, nada que ver con la gente de este pueblo»
Ella quería montar un almacén, una boutique exclusiva … bueno en realidad no le alcanzaría para mucho, para una tienda tal vez porque el dinero que tenía no le alcanzaba para algo tan grande, más bien podría alcanzarle para algo modesto.
¡Y así fue! un día del mes de diciembre, abrió al público su tienda, una tienda de barrio donde vendía lo que vende una tienda de pueblo sabanero en la costa atlántica, vendía yuca, ñame, suero queso y diabolín, entre otras cosas básicas, una tienda de barrio común y corriente.
La llamo boutique francesa que dé francesa tenía solo el nombre.
La tienda funcionaba en el garaje de su casa y en la entrada de la tienda en la vitrina y paredes pego los siguientes letreros:
“No sé fía a pobretones»
“No cambio billetes »
“No hay domicilios»
» Compré y se va”
“Prohibido hacer visitas entre empleadas del servicio, pueden hablar en la calle.
“Si viene a la tienda trate de venir bañado»
«No pregunte direcciones»
Doña Tulia era bastante particular, cambiaba de ayudante en la tienda casa semana, ningún empleado le servía era una mujer huraña y amargada, su debacle político y su frustración hacían de ella una mujer aún más insoportable.
Tomasa la empleada de la casa de los Domínguez llegó a la tienda y le dijo: «Doña le traigo está listica para que por favor me la empaque…Entonces en ese momento Doña Tulia estaba ocupada y no tenía el ayudante de la tienda y le dijo: ¡te voy a atender, pero te esperas!
Bueno yo espero dijo Tomasa; Tulita iba poniendo poco a poco en el mostrador todas las cosas de la lista que le había dado Tomasa, que eran muchas, por cierto.
¡Una vez termino de preparar el pedido Doña Tulita le dijo niña ven agarraa!
La empleada se acercó y le dijo: ¿Doña me regala una bolsa para meter todo? y Doña Tulia respondió:
¡Mira niña que bolsa ni que nada agarra eso! ¡Ustedes las empleadas solo agarran macho de eso sí saben!
Tomasa guardo silencio y Sin más remedio, indignada tuvo que regresar a casa de los Domínguez por una bolsa.
Ya la tienda tenía varios meses y las ventas venían disminuyendo, el servicio no era el mejor, el barrio ya se estaba hartando de los malos tratos, nadie en el barrio la quería.
Un día llegaron las dos amigas chismosas a visitarla sin previo aviso entonces le dijeron:
¿Arajooo niña está es tu boutique?
¡Pero si esto es una tienda de barrio! Jajajajaja
A lo que Tulita respondió:
Ay niña está tienda es exclusiva no entra cualquiera, Vendemos ñame, yuca y ajonjolí, pero con clase y altura no es lo mismo mi amor.
…y todas rieron hipócritamente mientras batían sus abanicos. Una de ellas la niña Lola le dijo mira venimos a jugar cartas apostemos unos pesitos, aquí trajimos además un aguardientico para que pasemos bueno…. ¡Qué bueno niña sigan, sigan gracias!
Al cabo de un momento en pleno partido de póker llego un cliente a la tienda, doña me da por favor una galleta de soda y una gaseosa, doña Tulia le respondió al cabo de unos segundos:
» Mire vaya a bañarse negro hediondo usted qué se cree que puedes llegar a mi tienda así de puerco… ¡Lárguese de aquí!
El hombre salió despavorido no entendió nada de lo que sucedía y prometió nunca más volver a la tienda.
Jugaron toda la tarde, en la noche las chismosas comieron y tomaron ron hasta la madrugada disfrutaron mucho de sus juegos de cartas y acabando a lengua a todo el barrio y doña Tulia se gastó hasta lo que no tenía atendiendo a sus distinguidas amigas.
Al día siguiente al despertar con una resaca del demonio Tulita se despertó pensando que debía cambiar de negocio, eso no era lo ella, eso era poca cosa, no estaba a su altura.
Se miró al espejo y dijo decididamente:
Esto no es lo mío lo mío es servir, es trabajar por el pueblo, lo mío es luchar contra tanta injusticia, lo mío es la política, eso es lo que me hace feliz y así me toque hipotecar la casa que es lo último que tengo lo hare, pero de que salgo concejal salgo ¡porque este pueblo necesita gente como yo!
Autor: Boris Sánchez Maldonado