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Cuento Una Cena de Bienvenida

Una Cena de Bienvenida

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En aquel mes de diciembre se sentía la alegría de aquel mes  de fiesta  convivial, llegaban las vacaciones y  yo volvía a la casa de los abuelos como cada fin de año, un compromiso inaudible para mí.

Al barrio llegaban todos los  años gente que venía de otras ciudades a compartir la Navidad y el año nuevo con sus familias, el ambiente era increíble la gente se miraba más y socializaba de una manera más natural, no había WhatsApp ni Facebook, compartir era lo más bello de esa época, creo que nos  mirábamos más a los ojos, disfrutábamos más  de tertulias y juegos entre amigos, nos extrañábamos más, siempre existía en mi cabeza la pregunta ¿cómo encontraré a mi gente?…así era, una bella época de diciembres  entrañables.

Eran las tres de la tarde de un sábado en diciembre y ya en la cocina de la familia Sanchez Chadid se dirigía la orquesta por la amada Tia Achy, una mujer con un don especial de sensatez y sabiduría, de esas mujeres que ya no existen, de esas que aparecen pocas veces en la historia. Su menudo cuerpo, su cabello blanco y su voz gruesa pero dulce a la vez, era la viva imagen de una líder, en todo sentido de la palabra, con una mirada penetrante y profunda amante del cigarrillo pielroja, ella era el artífice principal de las delicias que disfrutamos de niños.

Siguiendo las ordenes de la chef, estaba la Tía margarita abnegada como nadie, fiel sobrina, amorosa que llego a este mundo a darse entera, era dueña de secretos culinarios que nunca fueron revelados; moriría muy joven.

Sus platos eran reconocidos en la familia en especial las sopas, tenían un sazón especial, sabían a casa a hogar… a amor.

El plato a preparar esa tarde era un delicioso Macrum libanes, herencia de la bisabuela Mama Lola, acompañado de carne con verduras en salsa para recibir al querido tío Paco que llegaba de Bogotá.

La casa olía a ajo, era una tarde calurosa, el desfile de los comensales a la cocina no paraba durante toda tarde, para ver que podían ir comiendo, pues no aguantaban la tentación de tan deliciosos olores ; En especial la tia Miriam una mujer que heredo el alma y sonrisa de la abuela «Tate» al igual que el amor por la comida, ante cualquier descuido se comía los quibbes crudos y le metía la mano a las ollas, la tía margarita se quería morir  de rabia, la tía mirian salía muerta de la risa de la cocina diciendo jajjajajajja ¡Matgui es que cocinas rico!

En el transcurso de la preparación de la cena, Don Pepe el abuelo leía el periódico el heraldo cruzado de piernas en el sillón de la sala parecía abstraído de la realidad como si nada le importara escribía y tomaba notas.

La abuela Tate, mientras tanto  rezaba el rosario en su cama acostada de medio lado, Tate era una mujer de grandes pies tan grandes como su corazón, amante de los dulces, tal vez nació así porque su corazón era de chocolate, su cabello de algodón de azucar, sus palabras suaves y acogedoras, con un alma de niña adoraba comer panelitas y besos de negra, ella estába  atrapada en un cuerpo de abuela, alcahueta como ninguna, amorosa e ingenua una maravilla!, creía fielmente en  cualquier testimonio de sus nietos, la palabra de los nietos era una verdad absoluta irrefutable, más que una abuela, una amiga y confidente.

Al llegar el final de la tarde y justo antes de la llegada del tio Paco ya todo estaba listo para la cena en familia, la tia Achy sacaba su milenaria vajilla que guardaba celosamente en el bifet y que pocas veces podíamos ver durante el año.

Al final de la tarde llegaría el tío Paco y llegaban también de a poco los vecinos a saludar, ¡Ajooo Paco llegaste! Decía Estela nuestra vecina querida más cercana, llegaba repartiendo besos en el aire como bien se hace en esta sabana y al salir le decía a la tía Achi ¡mira ruchii me guardas!

Cuando llegaba la cena, era en ese momento sentados todos a la mesa, en aquel comedor de madera rustico café, que se podía sentír  una alegría inmensa de poder reencontrarnos en familia en este mes de diciembre disfrutando de tan delicioso manjar y de la llegada del Tio Paco.

Este es uno de tantos recuerdos que se reviven a través de los olores en los atardeceres sabaneros llenos de nostalgia, que hacen parte de nuestro equipaje en el viaje de la vida.

Un momento, un instante puede durar toda la vida.

 

Autor:

Boris Sanchez Maldonado

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